miércoles, 8 de abril de 2015

La hiperregularidad verbal.

Hablaba en la última reunión con madres y padres del broche de oro del proceso de adquisición del lenguaje oral, no es otro que la situación denominada hiperregularidad verbal, mediante la cual los niños y niñas de cuatro a seis años generan una nueva categoría lingüística, el Verbo, como flexión del tiempo. Ayer y hoy, en el corro, contando las experiencias durante las vacaciones, he apreciado esta peculiaridad del lenguaje oral en muchos de mis niños y niñas.

La particularidad de este hecho se encuentra en la forma de organizar el paradigma flexivo de los verbos que la gramática académica llama irregulares. Los niños y niñas los usan como regulares ¿Cuál es la explicación? :

·         * Yo no lo he hacido
·         * No cabo
·         * He ponido

Si categorizar el Nombre es designar objetos, materiales, sociales o formales, categorizar el Verbo es flexionarlo en el tiempo. Si preguntamos a los pequeños si se puede decir “yo canto”, “yo canté”, “yo cantaré”, responden rápido, sin una sola duda, afirmativamente.

Sin embargo, si pregunto por el nombre de un mueble determinado y me contestan “mesa” y proponiendo un juego les pregunto si puedo decir: * yo meso, * yo mesí, *yo mesaré, el NO es inmediato y rotundo.

Esta experiencia concreta da cuenta de la génesis de la categoría Verbo en la mente infantil, con toda claridad y, a su vez de la flexión adecuada, es decir, normalizada de la palabra que la contiene.

Pero los verbos irregulares, han sufrido un desgaste notable por su uso abusivo, en el inicio de la creación de cada lengua concreta. Recordemos que: “hacer”, “ser”, “estar”, “poner” y otros verbos que en el principio servían para expresar múltiples funciones semánticas: “hacer pan”, “hacer fuego”, “hacer tiempo”,  progresivamente se sustituyen por otros términos: “amasar”, “encender “, “esperar”, en un proceso de enriquecimiento léxico.

Los niños y niñas, sin embargo, crean la forma regular porque es la estructura normalizada y originaria, demostrando que, sin poder imitar el modelo en su contexto cultural, puesto que nadie habla ya de esta manera, son capaces de estructurar la flexión morfosintáctica adecuada sin ninguna dificultad.

Sin embargo, lejos de ser una incorrección es una aproximación al origen, ya que sólo tenemos que mirar retrospectivamente la literatura del siglo XII, donde el Poema del Mío Cid nos cuenta que: “Las huestes de Don Rodrigo habían facido el camino”.

Llegados al final de esta trayectoria, la de la adquisición inicial del lenguaje oral, es justo reconocer cómo el lenguaje humano es un verdadero órgano mental y considerar sus efectos en la producción infantil como auténticas estructuras epistemológicas, que dan cuenta, definen y ejemplifican la naturaleza de nuestra mente como personas.


El lenguaje oral, el natural del ser humano, es razón y pasión y si su adquisición es una aventura de la naturaleza dejemos que su desarrollo constituya la fuerza y el motor para la comprensión del significado y el sentido en un mundo acelerado y cambiante pero, ante todo, humano.