Hablaba en la última reunión
con madres y padres del broche de oro del proceso de adquisición del lenguaje oral,
no es otro que la situación denominada hiperregularidad verbal, mediante
la cual los niños y niñas de cuatro a seis años generan una nueva categoría
lingüística, el Verbo, como flexión del tiempo. Ayer y hoy, en el corro,
contando las experiencias durante las vacaciones, he apreciado esta
peculiaridad del lenguaje oral en muchos de mis niños y niñas.
La particularidad de este
hecho se encuentra en la forma de organizar el paradigma flexivo de los verbos
que la gramática académica llama irregulares. Los niños y niñas los usan como
regulares ¿Cuál es la explicación? :
·
* Yo no lo he hacido
·
* No cabo
·
* He ponido
Si categorizar el Nombre es
designar objetos, materiales, sociales o formales, categorizar el Verbo es
flexionarlo en el tiempo. Si preguntamos a los pequeños si se puede decir “yo
canto”, “yo canté”, “yo cantaré”, responden rápido, sin una sola duda,
afirmativamente.
Sin embargo, si pregunto
por el nombre de un mueble determinado y me contestan “mesa” y proponiendo un
juego les pregunto si puedo decir: * yo meso, * yo mesí, *yo mesaré, el NO es
inmediato y rotundo.
Esta experiencia concreta
da cuenta de la génesis de la categoría Verbo en la mente infantil, con toda
claridad y, a su vez de la flexión adecuada, es decir, normalizada de la
palabra que la contiene.
Pero los verbos
irregulares, han sufrido un desgaste notable por su uso abusivo, en el inicio
de la creación de cada lengua concreta. Recordemos que: “hacer”, “ser”,
“estar”, “poner” y otros verbos que en el principio servían para expresar
múltiples funciones semánticas: “hacer pan”, “hacer fuego”, “hacer
tiempo”, progresivamente se sustituyen
por otros términos: “amasar”, “encender “, “esperar”, en un proceso de enriquecimiento
léxico.
Los niños y niñas, sin
embargo, crean la forma regular porque es la estructura normalizada y
originaria, demostrando que, sin poder imitar el modelo en su contexto
cultural, puesto que nadie habla ya de esta manera, son capaces de estructurar
la flexión morfosintáctica adecuada sin ninguna dificultad.
Sin embargo, lejos de ser
una incorrección es una aproximación al origen, ya que sólo tenemos que mirar
retrospectivamente la literatura del siglo XII, donde el Poema del Mío Cid nos
cuenta que: “Las huestes de Don Rodrigo habían facido el camino”.
Llegados al final de esta
trayectoria, la de la adquisición inicial del lenguaje oral, es justo reconocer
cómo el lenguaje humano es un verdadero órgano mental y considerar sus
efectos en la producción infantil como auténticas estructuras epistemológicas,
que dan cuenta, definen y ejemplifican la naturaleza de nuestra mente como personas.
El lenguaje oral, el
natural del ser humano, es razón y pasión y si su adquisición es una aventura
de la naturaleza dejemos que su desarrollo constituya la fuerza y el motor para
la comprensión del significado y el sentido en un mundo acelerado y cambiante
pero, ante todo, humano.