sábado, 11 de febrero de 2017

El invierno: Los santos frioleros

Las colectividades, los pueblos, tienen su calendario de fiestas y celebraciones. A menudo constituyen un ciclo festivo anual y están vinculadas a las antiquísimas celebraciones con motivo de los solsticios y equinoccios, a veces, también, ligadas a la climatología y a los trabajos agrícolas, que las religiones han transmutado en festividades religiosas.
          Las fiestas tradicionales tienen una dimensión recreativa, de diversión, la vivencia de la fiesta en sí misma (Colomer, Jaume ,1987. Fiesta y escuela. Recursos para las fiestas populares, Barcelona: Graó)  pero cabe considerar que  la celebración en la escuela ha de contemplar su carácter formativo, pueden constituir un eje organizador de contenidos y competencias. Así, frente a la espontaneidad se plantea el carácter sistemático de toda acción formativa y la exigencia de una preparación previa, procurando un equilibrio entre la improvisación y el excesivo didactismo. La sistematización no ha de suponer ni rigidez, ni uniformidad en la realización ( Gairín, J., Ibáñez, R., Ortega, R. I Peiron, MLl.,1985. Festes i tradicions a l’escola (Tardor - Hivern), Barcelona, Ed. CEAC.)
        El educador debe estar abierto a los determinantes del medio donde se realiza la tarea educativa. Desde esta perspectiva se hace necesario incorporar al trabajo del docente la antropología cultural vinculada al entorno: la población, la comarca... Es imprescindible partir del conocimiento del folklore, de las manifestaciones artísticas y culturales de cada lugar y de cada fiesta tradicional a celebrar. En estas fechas celebramos el solsticio de invierno o “de los santos frioleros” como fiestas del fuego.
      El fuego fue una especie de talismán que nos permitía el dominio sobre algo más fuerte que cualquiera de nosotros, sobre algo hermoso y terrible que podía destruir nuestro pequeño mundo o convertirnos en héroes de leyenda.
        No hace mucho, en casi todos los hogares crepitaba la lumbre para guisar y como única forma de combatir el frío. En los sobrios hogares manchegos crecían cuentos y leyendas al amor de las llamas y la literatura encontraba magníficas descripciones en ese juego indescifrable de las sombras y las luces –en el claro-oscuro de la vida-, achicando las distancias entre las sinuosas y permanentes dicotomías del hombre y las ilusiones que alimentan nuestros sueños.

San Antón: patrón de los animales.
"San Antón como es tan viejo
tiene barbas de conejo,
y su tía Catalina
tiene barbas de gallina"
(folklore popular manchego)




San Sebastián... ¡tortas en sartén!.
"De los santos frioleros, San Sebastián el primero. ¡Detente, varón! que el primero es San Antón".
(Refranero castellano)