Las colectividades, los
pueblos, tienen su calendario de fiestas y celebraciones. A menudo constituyen
un ciclo festivo anual y están vinculadas a las antiquísimas celebraciones con
motivo de los solsticios y equinoccios, a veces, también, ligadas a la
climatología y a los trabajos agrícolas, que las religiones han transmutado en
festividades religiosas.
Las fiestas
tradicionales tienen una dimensión recreativa, de diversión, la vivencia de la
fiesta en sí misma (Colomer, Jaume ,1987. Fiesta y escuela. Recursos para las
fiestas populares, Barcelona: Graó) pero
cabe considerar que la celebración en la
escuela ha de contemplar su carácter formativo, pueden constituir un
eje organizador de contenidos y competencias. Así, frente a la
espontaneidad se plantea el carácter sistemático de toda acción formativa y la
exigencia de una preparación previa, procurando un equilibrio entre la
improvisación y el excesivo didactismo. La sistematización no ha de suponer ni
rigidez, ni uniformidad en la realización ( Gairín, J., Ibáñez, R., Ortega, R. I
Peiron, MLl.,1985. Festes i tradicions a
l’escola (Tardor - Hivern), Barcelona, Ed. CEAC.)
El educador debe estar abierto a los determinantes
del medio donde se realiza la tarea educativa. Desde esta perspectiva se hace
necesario incorporar al trabajo del docente la antropología cultural vinculada al
entorno: la población, la comarca... Es imprescindible
partir del conocimiento del folklore, de las manifestaciones
artísticas y culturales de cada lugar y de cada fiesta tradicional a celebrar. En estas fechas celebramos
el solsticio de invierno o “de los santos frioleros” como fiestas del fuego.
El fuego fue una especie
de talismán que nos permitía el dominio sobre algo más fuerte que cualquiera de
nosotros, sobre algo hermoso y terrible que podía destruir nuestro pequeño
mundo o convertirnos en héroes de leyenda.
No hace mucho, en casi todos los hogares crepitaba la
lumbre para guisar y como única forma de combatir el frío. En los sobrios
hogares manchegos crecían cuentos y leyendas al amor de las llamas y la
literatura encontraba magníficas descripciones en ese juego indescifrable de
las sombras y las luces –en el claro-oscuro de la vida-, achicando las
distancias entre las sinuosas y permanentes dicotomías del hombre y las
ilusiones que alimentan nuestros sueños.
San Antón: patrón de los animales.
"San Antón como es tan viejo
tiene barbas de conejo,
y su tía Catalina
tiene barbas de gallina"
(folklore popular manchego)
San Sebastián... ¡tortas en sartén!.
"De los santos frioleros, San Sebastián el primero. ¡Detente, varón! que el primero es San Antón".
(Refranero castellano)