El juego
simbólico es la representación por parte de los niños de roles o situaciones,
con argumentos de su propia creación, que realizan para divertirse.
El
juego simbólico es una experiencia vital de la infancia que posibilita
transformar, crear otros mundos, vivir otras vidas, jugar a ser otros, y así
aprender a pensar como los otros, a sentir como los otros y, en definitiva, a
saber que existen formas de pensar y sentir diferentes a la propia.
Con
el juego simbólico, el niño también amplía su comprensión de sí mismo, ya que
en este juego se asumen roles que después se abandonan con facilidad para
adoptar otros diferentes, algo que el niño puede hacer gracias a la confianza
que tiene sobre quién es y la seguridad que tiene en quién no es, así una
niña o niño que adopta el rol de enfermo cuando juega, en un momento dado
plantea ¿vale que yo era el médico? y
juega a hacer de médico pasando sin problema de un rol a otro, sin dudar por un
momento quién es ella misma.
Una
función muy importante que tienen los juegos simbólicos es que los niños los
utilizan para expresar los miedos, fantasías o temas que les preocupan.
Cuando el niño comienza a jugar con los otros niños y niñas, a través del juego simbólico se introduce en el mundo de las normas, generándolas de mutuo acuerdo para que haya juego: ¿vale que yo era la enfermera y tu el enfermo? ¡no vale, yo era el médico! ¡vale que íbamos a curar a los enfermos? ¡vale!. Con el “vale” se ha llegado a un acuerdo, se ha generado la norma y lo que implica, aprender a respetar las normas en el escenario compartido. Cuando el niño juega en grupo, puede ocurrir que se le olvide el papel o no cumpla las normas, es entonces, cuando sus compañeros le recordarán qué debe hacer, con ello, los niños también desarrollan la conducta prosocial de ayudar al otro y preocuparse por sus necesidades.
Cuando el niño comienza a jugar con los otros niños y niñas, a través del juego simbólico se introduce en el mundo de las normas, generándolas de mutuo acuerdo para que haya juego: ¿vale que yo era la enfermera y tu el enfermo? ¡no vale, yo era el médico! ¡vale que íbamos a curar a los enfermos? ¡vale!. Con el “vale” se ha llegado a un acuerdo, se ha generado la norma y lo que implica, aprender a respetar las normas en el escenario compartido. Cuando el niño juega en grupo, puede ocurrir que se le olvide el papel o no cumpla las normas, es entonces, cuando sus compañeros le recordarán qué debe hacer, con ello, los niños también desarrollan la conducta prosocial de ayudar al otro y preocuparse por sus necesidades.
Para
Vygotski, a través del juego simbólico, el niño satisface imaginariamente los
deseos insatisfechos mediante la representación o reproducción del mundo a su
medida.
Iván y Mª Carmen, los papás de Raúl, nos trajeron camiones, tractores, excavadoras, palas, apisonadoras, “gondolas”, motoniveladoras…toda una batería de juguetes que reproducen la maquinaria que en realidad se utiliza para construir carreteras, caminos. El material propició el juego, había que hacer caminos y surge el ¿vale que yo llevaba el camión?, no, tu la cuba del agua, primero yo hago..y después tu….¡vale!, ahora yo era…me toca a mi..¡vale!. Así generó el alumnado un mundo de obras públicas a la medida.
Mª
Carmen y José Manuel, los papás de Rubén, llenaron el aula de esparadrapo,
tiritas, vendas, jeringuillas, uniformes de enfermero, fonendos… y ¡a jugar a los médicos!. El juego tiene
un componente subversivo para la infancia y les encanta poner al adulto en el
papel del niño y ellos, los niños, en el papel de adulto y jugando todo está
permitido, que te pongan inyecciones o que te peguen esparadrapo, esas cosas
que a ellos les resultan desagradables. …..- José Manuel añadió unos juegos de magia que
fueron perfectos para volver a retomar la atención del alumnado y dar paso a
otra actividad.