Cocinar
es una actividad tan completa, atractiva y divertida para los niños que se nos
brinda como un valioso recurso educativo. Se trata de una deliciosa manera de
favorecer la incorporación de hábitos y conocimientos acerca de la nutrición,
la salud y la alimentación.
Un
taller de cocina tiene un alto poder motivador porque permite al alumnado una
implicación total, a la vez que el interés intrínseco del taller se ve
potenciado por la posibilidad de comer aquello que se ha preparado con las
propias manos. En este taller está presente el aprendizaje significativo ya que
se incorpora toda la experiencia previa que el niño trae de su entorno familiar
y fomenta la socialización desde un planteamiento coeducativo superador de
estereotipos: cocinamos juntos, comemos juntos, limpiamos y recogemos juntos.
En
el taller de cocina es indispensable respetar las reglas y normas para obtener
el resultado culinario deseado, se fomenta hábitos de higiene como lavarse las
manos antes de iniciar la manipulación de alimentos y utensilios, se desarrolla
la motricidad fina y las percepciones olfativas, gustativas y visuales.
La
temática de un taller de cocina para niños y niñas favorece la
interdisciplinariedad permitiendo así trasvasar a la práctica contenidos curriculares
de casi todas las áreas. Se puede conocer mucho acerca del mundo y de los seres
humanos a través de la comida y las costumbres alimenticias.
En
definitiva una actividad de cocina en la escuela trata de conocer, compartir,
investigar y crear a través de los alimentos.
Mariana,
la mamá de Samuel Espinosa, nos enseñó a hacer ricas galletas y a utilizar
alimentos para elaborarnos bonitos colgantes. Los niños extendieron con el
rodillo la pasta de color azul y también la había de color rosa. Utilizamos
moldes, el que más nos gustaba, para cortar la pasta, probamos los retales que
quedaban para comprobar su sabor; sea azul o rosa, es dulce, sabe igual.
Pegamos sobre la galleta la figura recortada utilizando agua y una brocha y,
por último, las envolvimos para que se conservaran y podérnoslas llevar a casa.
También nos trajo macarrones de colores y con ellos hicimos un colgante y
pusimos a prueba nuestra habilidad para enhebrar.
Alicia
y Mary, la mamá y la tía de Aitor, llegaron al cole con unas galletas gigantes
de forma circular. Encima de cada galleta extendimos, con una espátula o con
una brocha de cocina, chocolate templado. ¡Que rico estaba el chocolate!,
dulce, casi líquido, templado…Hubo que pegar una encima de otra cada una de las
obleas que habíamos embadurnado de chocolate, formando una torre que recubrimos
por fuera de más chocolate y decoramos con virutas de caramelo de muchos
colores. Como el chocolate estaba caliente y casi líquido, hubo que meter las
tartas en el frigorífico para que se enfriaran y salieran crujientes.
Tanto
las galletas de Mariana, como las tartas de Alicia y Mary nos salieron muy
bien, porque seguimos los instrucciones que nos dieron. Todos cocinamos, todos
comimos y todos limpiamos las mesas y dejamos la clase limpia y ordenada.
Muchas
gracias a Mariana, a Mary y a Alicia por plantear este taller que en dos días
consecutivos hemos desarrollado. Ellas han vuelto a demostrar que una actividad
de la vida cotidiana esta llena de valor educativo. Los pedagogos de la
Educación Infantil hablan de la pedagogía de la vida cotidiana, de la
pedagogía de la ternura y Mariana, Mary y Alicia han hecho de la vida cotidiana
una rica experiencia educativa, guiadas por toda la ternura que una madre
atesora. MUCHAS GRACIAS a las tres.