miércoles, 22 de abril de 2015

Vamos a la granja: El viaje como proyecto.

Cuando se hace la propuesta al alumnado comienza el viaje: su imaginación se activa, ideación e idealización, ensoñación, búsqueda de información e intercambio de opiniones provocadas por la inicial curiosidad, unas hipótesis nacidas de la acción y dictadas por la pasión, por la aventura, que, en suma, desembocan en una situación de viaje: un proyecto, un itinerario, unos elementos a ser observados, apropiados y aprehendidos por la directa experiencia del viajero-descubridor. Preparar el viaje, acercarte a lo desconocido desde la observación indirecta, imaginar, visualizar y asociar conocimientos adquiridos de diferentes áreas... Preparar tu equipaje, tu mochila.

 Lo planeado se lleva a cabo, se hacen realidad los sueños: emprender el camino cuidando de ti y de los que te acompañan, adentrarte en lo desconocido, interactuar con ello para hacerlo tuyo, impregnarte, tratar de agarrar ese presente, que antes fue futuro, para guardarlo y llevártelo contigo de vuelta a casa, cuando ya sea pasado. Volver a lo cotidiano revestido, evocar lo vivido usando los multilenguajes, reconstruyendo tu propia historia. Conservar o compartir con cariño el objeto que traes de esa experiencia vivida fuera del amparo familiar que te ha hecho descubrir unas posibilidades y limitaciones personales que desconocías hasta ese momento.

La Escuela Activa y la Escuela Nueva ya nos habla de esta manera de entender el viaje de estudios y el modelo de viajero. Se trata de una concepción escolar que no ve el viaje como una mera excursión, un consumo cultural, un entretenimiento. El viaje se sobreentiende como un instrumento pedagógico para dar oportunidades al alumno de desarrollarse como persona. En palabras de Fabricio Caivano: Un viaje de estudios es un modo de conseguir que los alumnos viajen gozosamente del ver al ser y del ser al ver.








































Excursión al zoo.

La colaboración de los padres en la Escuela Infantil cuenta con tradiciones muy diferentes en distintos países. Cualesquiera que sean las tradiciones particulares, en unos países y otros se reconoce la importancia de la participación de los padres y madres en la educación de los más pequeños: se postula un contacto estrecho entre padres y educadores, se buscan formas de cooperación, se ensayan estrategias que la hagan posible y eficaz, se toma la participación de los padres como uno de los criterios más claros de calidad de la oferta educativa de un determinado centro.

Una vez que ingresa en la enseñanza obligatoria, el niño ve cómo en ella se trasciende su experiencia individual, su mundo y sus rutinas cotidianas; la escuela enfrenta a quienes a ella asisten con realidades que no están presentes, con conceptos complejos que no derivan ya de la experiencia vivida, sino del saber culturalmente organizado. Por el contrario, el aprendizaje de los más pequeños está muy enraizado en su vida cotidiana, en sus experiencias y vivencias. Durante los años previos a la escolaridad obligatoria los aprendizajes de niñas y niños se entremezclan y se confunden con sus vivencias, por lo que todo lo que hacen y viven fuera del centro escolar tiene tanta importancia educativa como lo que hacen en su interior. Los maestros son sin duda conscientes de este hecho y tratan de que su trabajo educativo tenga continuidad, para lo que la colaboración y participación de los padres y madres parece imprescindible.


Las investigaciones ligadas al desarrollo de programas de educación infantil concebidos con el fin de mejorar la cooperación familia escuela,  han demostrado que en general son todos eficaces. Uno de los rasgos comunes de todos los programas de efectos más duraderos es la implicación de los padres en el proyecto educativo desarrollado en torno al niño en el centro educativo. Y cuanto más estrecha y activa es esa implicación, mejores y más satisfactorios resultan ser los efectos sobre el niño. Por todo ello, la participación de los padres en el planteamiento educativo de un centro infantil se ha tomado y se sigue tomando como un criterio de calidad y como una garantía de eficacia de la acción educativa.

La excursión al zoo es un ejemplo de colaboración, de iniciativa colectiva de madres y padres del alumnado. Compartir experiencias y vivencias con las niñas y niños creando una verdadera comunidad educativa, es un lujo pedagógico que sólo propician familias comprometidas con la educación de sus hijos e hijas. MUCHAS GRACIAS.





















jueves, 9 de abril de 2015

Los niños y niñas repiten el mito de Prometeo.

Reproducción de la palabra mediante analizador auditivo. Nos referimos a la reproducción de la palabra como sonido y su traslación al plano gráfico. En este momento de la escritura, se hace la transcripción de los sonidos a signos lingüísticos gráficos. El niño no quiere que le escribamos para volverlo a producir, quiere que le pronunciemos las palabras para escribir por si mismo. Empieza a “cantar” las palabras. Al final en vez de “mesa” ha escrito “ea”, pero lo ha escrito él. El adulto le dirá "aquí pone ea y es mesa”, entones su cerebro, mediante actividad combinatoria, va cambiando la estructura hasta dar con la correcta.

Los errores son necesarios: la información que recibe del adulto para corregir lo que está mal escrito, va generando nueva información, hasta que consigue la que necesita para escribir bien la palabra. El adulto desempeña un papel primordial en este proceso: ser el referente lector, el único que puede ayudar al niño a superar  los errores de transcripción. Ante la palabra mal escrita, el adulto no puede decirle al niño que aquello “está mal” porque podría hacer volver al niño a fases anteriores por miedo al error, pero tampoco podemos decirle “muy bien”, puesto que sin frustración no puede darse aprendizaje. Lo que si debe hacer el adulto es leer lo que textualmente ha escrito el niño: aquí pone “paap” y tu quieres escribir “papá”. En ese momento el niño se da cuenta de que no lo ha escrito bien e intentará corregirlo por si mismo.

Cada corrección le da al niño la posibilidad de construir una palabra. Las primeras 30 -70 palabras son construidas. Aparece, en el cerebro del niño, una actividad combinatoria computacional de reglas cognitivas, donde se compara errores con modelo, lo que genera LA CONSTRUCCION DE LA PALABRA. En el estadio final de este proceso aparece la escritura inédita, en la que el niño construye cada palabra que produce con una simple verbalización y que es la génesis de las reglas morfofonológicas.

Cuando los niños y niñas descubren que tenemos un código aquella afición al “aquí pone…” se acaba y pasa a repetir el mito de Prometeo: el niño quiere “robar” la escritura a los adultos.